Rusia es enorme. Siendo un país enigmático y recóndito en el pasado, hoy en día atrae cada vez a más viajeros, de diferentes tipos. Existen viajes para todos los gustos. A algunos les atrae un viaje familiar y seguro. Moscú, San Petersburgo y las rutas transiberianas son su elección.
Otro tipo son los aventureros juerguistas. Estos buscan aventura urbana, recorriendo bares y locales rusos. Evidentemente, su opción son las grandes ciudades, aquellas que ofrezcan todas las variedades de diversión.
En los últimos tiempos ha aparecido un tercer tipo. Los motoristas. Éstos prefieren viajar por Rusia en moto, con la libertad de ir sin reservas de hospedaje, sin guía ni organización alguna. Su objetivo es disfrutar conociendo culturas diferentes y contemplar paisajes. Estos turistas no son de los que se quedan más de unas horas para visitar algunas ciudades, sus museos o lugares turísticos. Les interesa conocer ciudades rusas tal como son, sin adornos, al natural, sin trampas. Por eso les gusta alejarse para acabar en alguna zona recóndita en la que se entremezclen y convivan codo a codo la pobreza y la riqueza.
La experiencia que tienen los españoles que viajaron por tierras rusas es francamente contradictoria. Por un lado, les encanta la visita a determinados lugares del país que son preciosos y espectaculares. No obstante, un viaje de este tipo tiene un sabor agridulce. La inseguridad y la corrupción no deja indiferente a ninguno. Es un viaje aventurero con dificultades ‘extras’.
Se debe registrar el visado en los siete días hábilessiguientes a la llegada a Rusia (excluyendo festivos y fines de semana); de otra manera, las posibles multas o incluso la deportación podrían aguar el viaje.
Para evitar un disgusto, al salir, uno debería esconder la cartera, documentos, tarjetas y dinero en los bolsillos interiores. Eso sí, el pasaporte hay que llevarlo siempre. Sin embargo, si en sus planes no entra perderlo y, por consiguiente, quedarse en el país más de lo previsto, mejor guardar bien la documentación. Según la experiencia de algunos motoristas españoles, la policía rusa es increíblemente corrupta y se les quitan las ganas de seguir con la ruta.
En Rusia (fuera de Moscú o San Petersburgo) el alfabeto cirílico es el único que existe. Para los españoles que no saben leer este alfabeto es imposible entender las indicaciones y las señales de las carreteras. Es difícil encontrar gente que hable inglés o cualquier otro idioma que no sea el ruso. Un motorista español anotó en su blog que en el aeropuerto internacional de Sochi casi nadie habla inglés y las personas que trabajan allí no saben ni decir ‘hola’ en esa lengua.
Las carreteras son muy malas, algunas están, incluso, sin asfaltar. Hay que conducir con gran precaución por las ciudades a causa del caótico tráfico. Por lo general, los rusos realmente conducen como dementes: van a la velocidad que les da la gana, adelantan por la izquierda o la derecha, por el camino por fuera de él.
Fuera de las ciudades hay pueblitos con viejas casas de madera agrupadas en torno al camino, con muchas gallinas y gansos pasando al costado del camino. Lo que sorprende mucho, es que la mayoría de personas que pueden verse en estos pueblos son ancianos. Los jóvenes migran a las ciudades en busca de un estilo de vida mejor y más entretenido. Mucha gente vende frutas, verduras, setas, lácteos o pescado en las orillas de la carretera. Parar a comprar algo es una oportunidad de ver a esta gente más de cerca y tratar de hablar un poco con ellos. Es una buena experiencia.
Los cámpings son inexistentes y prácticamente los motoristas salen de algún sitio por la mañana sin saber dónde van a dormir esa noche. Los hostales en algunas ciudades son feos, no tienen estacionamiento y hay que dejar la moto en la calle, donde los barrios tienen mal aspecto y hay mucha gente que no inspira confianza.
Con la comida sucede algo parecido, porque hay otra cultura culinaria. Por ejemplo, en la República de Kalmukia os pueden ofrecer un té Kalmuko que, además de té, tiene leche, mantequilla y algunas hierbas. Por eso los españoles pueden estar más de un día sin comer o pueden llevar latas de comida en conserva que les aliviarán el hambre alguna vez.
Todas estas dificultades dan miedo a muchos españoles, que no quieren arriesgarse a tener problemas. Pero un viaje en moto por Rusia es una experiencia inolvidable y, según parece, merece la pena. Muchos españoles comentan que regresaron a casa con la cabeza amueblada de manera distinta, porque tuvieron la posibilidad de conocer otras culturas y otro modo de vivir. Rusia es un país enorme donde vive mucha gente de diferentes nacionalidades. En algunas regiones como Cáucaso, Tartaristán o Kalmukia es fácil olvidar que se está en Rusia. Hay muy pocas personas eslavas rubias y de ojos claros. El fenotipo dominante es de rasgos asiáticos, piel morena y cabello negro. Además, ya no se ven iglesias ortodoxas, sino templos budistas o mezquitas.
Viajar por Rusia en moto es una oportunidad de romper estereotipos sobre los rusos, descubriendo que son personas simpáticas, muy hospitalarias y amistosas, a diferencia de lo que piensan en algunos sectores de Europa. Sólo tienen una cultura diferente y no sonríen a cualquier persona. Además, no todos los rusos acostumbran a beber como bestias y se sienten molestos por esa imagen que tienen el extranjero.
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