Ex-militares

Resultaría difícil relatar en prosa de esta categoría de inmigrantes. En este caso sería mejor cantar. No se asuste, no vamos a cambiar el estilo de la narración. Simplemente, los ex-militares soviéticos en España merecen baladas. Si son de alta graduación, con el dinero no tienen problemas. Desde fuera su cotidianeidad parece la vida tranquila de los veraneantes que pocas veces se asoman de su madriguera. Pero si alguien se le presenta a alguien así y usted empieza a relacionarse con esta persona, es muy probable que vea una España totalmente distinta, si mira al mundo a través sus ojos.

Los ex-militares tienen una visión absolutamente radical de los acontecimientos. Si pasa media hora con ellos tomando cerveza oirá muchas cosas nuevas. En el mundo que habitan abundan los agentes secretos del enemigo, su casa está envuelta por cables que llegan a cámaras de vídeo de vigilancia, y en las pantallas de sus ordenadores siempre hay abiertas las páginas de los noticieros mundiales. Para ellos es un ambiente cotidiano y relajante, en medio del cual pueden dormitar con agrado y gozar de la vida. Emigran al extranjero a raíz de conflictos profesionales irresolubles para preservar la salud, los nervios y la propia vida en algunos casos. No obstante, al fin y al cabo no logran deshacerse de la adicción a las inyecciones de adrenalina tan habituales para su cerebro.

En el entorno de ex-militares inmigrantes se forma bastante pronto un grupo de personas de apariencia dudosa y ocupación indefinida. Permanentemente inventan algo juntos, discuten proyectos secretos a lo largo de las noches calurosas meridionales, tomando una cantidad increíble de alcohol y fumando todo lo que pueda producir humo. A veces incluso pasan supuestamente a realizar estos proyectos a partir de la semana siguiente.

En realidad, la práctica demuestra que todo acaba en agua de borrajas. ¡Pero qué clase de discusión! ¡Qué preparativos, análisis, planes y esquemas secretos! ¡Imagínese como hablan en voz baja y severa usando la línea internacional! Quizás el problema viene de la organización del ejército en la URSS, donde reinaba el principio bien conocido de “no importa lo que haga el soldado, es importante que haga algo”, continúa funcionando de manera incomprensible para un ciudadano civil. A veces resulta muy curioso observarla, pero no vale la pena incorporarse y participar. Al no estar acostumbrado, uno puede sobrecargar su cabeza y acabar en un hospital.

En el caso de oficiales de rangos inferiores, su base material de la vida es proporcional al cargo. Esta gente no ha perdido de vista la vida civil, y gracias a su disciplina militar se acomoda bien en las estructuras comerciales, administra brigadas de construcción y trabaja bien en almacenes. Si pasan el período de prueba, se les pueden confiar bienes. Siempre y cuando no se espere de ellos iniciativas extraordinarias y flexibilidad mental. En general se trata una capa de la población emigrada bastante fina, que prácticamente no influye en la vida social. No obstante, valorándolos desde un punto de vista meramente humano, hay que reconocer que es un grupo con una individualidad propia que merece una mención. Es agradable encontrarse a estas personas en una fiesta y obtener una carga de energía positiva, beber y comer con ellos a gusto. Lo esencial es no profundizar en discusiones acerca de política, guerras mundiales o conflictos étnicos. Y todo irá bien.