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Románticos encantados

rusos

El grupo de inmigrantes rusohablantes en España denominados “románticos encantados” es extenso y numeroso. En algunos aspectos coinciden con los “buscadores de la felicidad”, pero son más débiles por su energía, por lo cual no se atreven a desempeñar de por vida el papel de los músicos de Bremen. Quizás por el momento esto se deba a su edad. Integran el grupo de “románticos encantados” estudiantes fracasados y otros jóvenes livianos sin objetivo claro vital de una edad comprendida entre los 19 y los 25 años. Abundan en España y otros países europeos. Reiteramos el tema de la relajación generalizada de la población europea pues vale la pena explicar una vez más que hoy en día el papel de vago enamorado y exaltado nunca había estado tan de moda. En muchos casos, estos chicos y chicas no pueden deshacerse de este estilo de vida adolescente hasta los 40 años.

Al principio es bastante divertido. Chicos y chicas educados y decentes de todos los vastos espacios de la ex-URSS convencen a los padres de que les paguen sus estudios en el extranjero, buscan propuestas de trabajo de temporada en un “koljós” capitalista o se convierten en felices graduados que son enviados por empresas mixtas para realizar prácticas bajo las premisas del socio extranjero. Mientras tanto, todo es de color de rosa y los padres están muy contentos.

Pero los jóvenes que abandonan a sus padres tras la llegada a España a veces se contagian trágicamente con el virus del “romanticismo encantado” a través de los medios de propaganda americanos. Por medio de los anuncios televisados a los jóvenes se les impone el falso modelo de las ventajas del modo de vida consumista y derrochador. Por supuesto, el problema no está sólo en España. La propaganda proamericana está actualmente en todos los países del mundo, y en la televisión rusa tampoco escasea. Mientras los padres, que ya en su infancia fueron “vacunados” de socialismo, están al lado en su país natal, los hijos permanecen en el período de incubación, y la enfermedad se desarrolla lentamente. Porque durante las conversaciones reconfortantes de noche se transmite gota a gota de padres a hijos el contraveneno producido en el organismo hace mucho tiempo, en la época de la recogida de chatarra, desechos de papel y cartón y de trabajo voluntario los sábados.

Pero tan pronto como los jóvenes afectados parten bajo los pretextos indicados hacia España, comienza la reincidencia dura de la enfermedad. Sumergiéndose en un “caldo” tan propicio para el virus como es el de la playa y las discotecas de noche, dejan su destino a la voluntad de las olas del mar. Con ligereza dejan de asistir a las clases, de estudiar los secretos de las tecnologías de los socios y de recoger fresas maduras. Sin preocuparse del futuro, viven de un trabajo mal pagado que cambian como quien cambia de camisa, comparten apartamentos minúsculos con otras diez personas, y ríen con carcajadas provocadas por la marihuana de todo el mundo hasta que se hace de día. El virus invade más y más las células del joven organismo.

Sería absurdo culparles por malgastar su valioso tiempo en la juventud. Es una elección consciente. Una parte de tales jóvenes ya está condenada. Después de superar el anhelado límite de los 25 años, se convertirán en “buscadores de la felicidad”. La otra parte de los “románticos encantados”, tras perder todas las oportunidades decentes en la vida española, se asentará simple y silenciosamente en algún rincón de la España de provincias. Allí encontrarán una casa, como las capas desprovistas de la inmigración, tendrán niños, y criarán una barriga cervecera. Quizás, envejecidos e infortunados, volverán a la patria histórica con el rabo entre las piernas ser mantenidos por sus padres como antes.

Se puede fácilmente reconocer a los “románticos encantados” por sus planes poco concretos en la vida, la ropa barata y un infantilismo que salta a la vista. El piercing se consolida en sus rostros y otros lugares íntimos. Su peinado es descuidado, llevan un par de kilos de collares improvisados con alambre sobre el cuello, y hacen gala de un habla saturada de dichos y muletillas. Si vienen buscando un trabajo no los contrate, aunque en el primer encuentro le juren que tienen un ardiente deseo de trabajar del anochecer hasta el amanecer. Gastará entre una semana y algunos meses de valioso tiempo en su adaptación y formación. Al final quedará bien claro que nada le han traído excepto gastos y errores. Además, tratarán de denunciarle buscando vacíos legales para recibir "compensaciones" eventuales.

Las causas de los fracasos en la vida de los “románticos encantados” son simples. Su atención se ve dispersada por las drogas y el alcohol, su cerebro está fatigado por las juergas nocturnas, y su energía vital es malgastada en las discotecas. Su único estímulo para el trabajo es un miserable salario a fin del mes. No conocen la sensación de alegría por el objetivo conseguido, ni el deseo de obtener éxito y reconocimiento, ni la sensación del orgullo en caso de promoción profesional. Son los clásicos jóvenes fracasados, futuros vagos de pocas luces con sobrepeso y salud delicada.
La única cosa que puede ser útil para la sociedad española en esta capa inerte de “románticos encantados”, son las chicas simpáticas que pueden ser consideradas un buen partido para hombres solteros con intenciones serias. Algunas de ellas son bien educadas e inicialmente no presentan inclinaciones hacia el hundimiento. Pero, al no haber encontrado una pareja fuerte y adecuada, pasan a degradarse justo en el ambiente descrito anteriormente. A los “encantados y románticos” les acechan los peligros más desagradables de la emigración.

Es curioso también que si con un matrimonio es posible sacar una dama de este cenagal, el joven "romántico encantado” será absorbido de manera irrecuperable. El límite crítico para la irreversibilidad del proceso en el territorio de España alcanza apenas unos meses. Al cabo de un año pasado por el mozo en el ambiente “contagiado”, el virus implacable no tiene cura. El joven queda perdido para el progreso y las grandes proezas.

Ahora es importante anunciar oficialmente una vez más que de toda la población de la juventud dorada de habla rusa en la inmigración, el ambiente de los “románticos encantados” se convierte en una trampa mortal precisamente para las jóvenes y confiadas “mariposas golosas”. Con muchas jóvenes esto pasa con una ligereza que atemoriza por la incapacidad de que hacen gala ellas mismas a la hora de determinar si participan o no en este grupo de gente que vive la vida a tope. Las cosas más peligrosas son superficialmente inofensivas. El veneno más terrible no tiene sabor ni olor.
Justo después de la llegada a España las señoritas jóvenes y presuntuosas llevan en el bolsillo algunos recursos en efectivo de procedencia paternal, y amparan en el alma el deseo de estudiar y la intención de crear una familia. No obstante, las tentaciones que les acechan en el entorno de gente perezosa y deshonesta muy a menudo, y además rápido, acaban ganando. Poco tiempo después, justo en el momento en que la energía del impulso inicial originado por la llegada se ha consumido, la reputación cae, mientras que el ocio nocturno exige más y más aportaciones y comienzan las dificultades económicas. Los padres, que saben que los estudios andan mal y no hay trabajo, desestimarán las peticiones de financiación de la forma correcta bajo el pretexto que por el momento el dinero se les ha acabado. ¡Pero las chicas tienen tantas ganas que continúe la fiesta eterna del sur!

A partir de este momento sus amigos de antaño se desvanecen elegantemente en el espacio, habiendo encontrado sustitutas entre las chicas las nuevas que acaban de llegar. A las muchachas devastadas y ofendidas les esperan ya sonriendo los propietarios de los burdeles frotándose las manos. Para empezar, con alegría las invitarán a practicar un oficio inocente de bailadoras "Go-Go" por una buena remuneración. Pero, al cabo de algunas semanas, las dirigirán por su senda directa hacia el papel de “la mujer de pago”. En los consulados no son raros los casos de cartas en las que las asustadas mamás de tales muchachas piden ayuda para encontrar a su hija, perdida en los vastos espacios de España. Es una película con final triste, pero para algunos padres es mejor leer sobre este hecho aquí que ver a sus hijos protagonizar la secuela de la telenovela de “Románticos encantados 2009”.

 

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