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Maestros de cosechas menudas

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Es un grupo de inmigrantes rusohablantes formado por hombres que viven solos y llevan una existencia caótica en todo el territorio de España, desplazándose a los destinos turísticos de la costa durante la temporada turística veraniega. Como rasgo distintivo básico de esta capa de la sociedad rusohablante podríamos destacar un espíritu de iniciativa extremadamente enfermizo y anómalo, que ha motivado el hecho de que el grupo recibiera este nombre. Estos hombres tienen entre 25 y 60 años y desdeñan a las demás categorías de la inmigración, holzaganeando de forma abierta y comportándose como unos fracasados sin remedio. Un “maestro de cosechas menudas” (en adelante denominado “maestro CM”) no se cansa sorprender a todo el mundo con sus capacidades extraordinarias de cometer actuaciones absurdas provenientes de los rincones más viles y mezquinos de su alma inhumana. Si los “aventureros fracasados” en general, siendo estafadores, no dejan de respetarse a sí mismos y existe una extensa lista de acciones que a ciencia cierta consideran indignas, para los "maestros CM” no existen ningún límite ni complejo. Con todo eso, hagan lo que hagan los "maestros CM”, nunca tienen dinero.

Después de relacionarse un tiempo con ellos en general uno tiene la impresión de que desde su nacimiento no han llevado en el bolsillo ni un céntimo que les sobrara. Con todo, se visten con una relativa pulcritud y a veces hasta visitan lugares públicos. Se los puede encontrar en el centro de la ciudad paseando con una misteriosa expresión por delante de oficinas y terrazas de restaurantes. Algunos de los "maestros CM” especialmente avanzados se las ingenian para ganarse la confianza de un número enorme de gente, que por el momento los desconocen, bajo los pretextos más inofensivos. Аl cabo de un par de meses todas estas personas descubrirán que no tienen más remedio que quejarse uno a otro lo ingenuo de haberse expuesto a maquinaciones tan evidentes, mezquinas y estúpidas.

Si por casualidad se encuentra usted al lado de un "maestro CM” y pasan juntos más de veinte minutos, su reacción enfermiza a cada miserable céntimo que pasa por delante de su ávida nariz comienza a provocar en usted deseos amenazadores e insistentes. Tendrá unas insoportables ganas de regalarle a este miserable 30 euros en billetes menudos para tranquilizar su agitada mente hasta el día siguiente por lo menos, o de darle veneno al fin y al cabo para librar para siempre al mártir de los suplicios de Tántalo.

Estas personas están dispuestas a esperar obstinadas durante horas el momento en que el revisor del metro se vuelva de espaldas, para saltar por encima del torniquete sin comprar un billete de euro. Si deciden comprar un kilo de patatas en el súper, donde el proceso de medir el peso de los productos es automatizado y se basa en la confianza en el comprador, entonces seguramente se aprovecharán de este feliz momento. Pesarán los dos tubérculos más minúsculos y recibirán del crédulo robot un cheque, pero no se dirigirán después a la caja, sino que volverán al mostrador para echar un par de kilos más mientras los vendedores no lo ven. Las mismas personas están dispuestas a pasar hambre y sed un todo día largo y caluroso hasta el momento en que lleguen al bar más barato de toda la ciudad y tengan para cenar la comida más aborrecible, que el amo compasivo les ofrecerá gratis después de haberse ido todos los clientes, si no es que la ha tirado antes.

rusosSi trágicamente resulta usted la persona que deja entrar a uno de estos especimenes en casa bajo cualquier inofensivo pretexto, ¡Manténgase firme! En su casa almorzará abundantemente, después cenará, después tomará un par de tazas de buen antes de que usted pueda celebrar que finalmente se ha marchado para comprender que:

  1. Le ha prestado veinte euros para no escuchar su llora gangosa sobre lo dura que es la vida. Mientras usted hablaba por teléfono, su mujer le dio otros veinte (un dinero que, por supuesto, no le devolverán nunca).
  2. Mediante un método místico se le ha llevado para “un par de días” seis DVDs con sus películas favoritas y revistas recientes de Moscú, que usted aún no había leído, mientras que ninguno de sus familiares puede afirmar quién fue el que permitió que el invitado se los llevara (los discos, revistas y periódicos desaparecerán irremediablemente en un remolino de eternas promesas de devolverlos “mañana”).
  3. El mismo día, antes de acostarse, cuando vaya a limpiarse los dientes no encontrará la pasta dentífrica en el baño, por donde el “invitado” pasó un segundo para lavarse las manos (esto quedará olvidado, ya que simplemente le dará vergüenza de hablar sobre el asunto).
  4. Habrán desaparecido del estante del vestíbulo los dos paquetes de cigarrillos para invitados, el mechero Zippo regalado por un amigo de la infancia y todas las monedas de 1 y 2 euros de la hucha de al lado del espejo (si se pone a gritar, patalear y decir palabrotas, su mujer le dirá cansada que por lo visto el hombre padecía de abstinencia nicótica, además que seguro que tiene hijos, a quienes tenía que comprar pan para la cena).
  5. Al cabo de un par de días vendrá a su casa el vecino para preguntar con sorpresa por qué no le ha devuelto los 80 euros que su primo le pidió prestados hace unos días para pagar un envío urgente certificado con documentos importantes que trajeron en su ausencia. Llegado este  momento, a usted simplemente le saltarán las lágrimas.

Se puede continuar la lista, pero el estilo de vida del personaje está claro en general para todos, que lo es más importante. En el sentido de ganarse la vida de forma legal, “los maestros CM” han avanzado aún más. Les gusta fotocopiar en color una decena de estampas de una revista con las vistas de Barcelona, pasar toda la noche pintando con guache algunos motivos en los paisajes turbios de la ciudad usando un pincel de goma de oficina, para ir por la mañana al paseo y venderlas con éxito y todavía húmedas a ingenuos turistas de Australia y Japón como obras maestras desconocidas de Salvador Dalí. Comienzan la venta con 300 euros por una pintura, pero con un mínimo interés del comprador están dispuestos a venderlas a cuatro euros,  regalándole una unidad extra. Además, suelen emprender visitas por las oficinas rusas con las lágrimas a punto de brotar, en la camiseta rota, suplicando que les compren un billete sólo de ida hasta Kiev bajo el pretexto de que allí les esperan seis hijos menores y una esposa embarazada, y ayer les robaron hasta los zapatos. Es decir, que llegar a casa a pie tampoco pueden.

Un día, por ejemplo, en vísperas del Año Nuevo llegó a nuestra oficina un hombre de mediana edad que según dijo ejercía de psiquiatra, se interesaba por la mística y quería encontrar urgentemente a personas con intereses similares. Nos dio su tarjeta, donde decía que era “Presidente del club ucraniano de aficionados del té y el café”. Más tarde se descubrió que era el propietario de un periódico ruso llamado "Hocico”, que distribuía atrevidamente entre los inmigrantes directamente en la plaza central de Barcelona. Precisó también que mientras tanto trabajaba como peón en una fábrica de cemento de las afueras de la ciudad. ¡Pero que esto no le impedía cumplir sus obligaciones! Los domingos, él, como un clavo, estaba en su puesto de distribución.

rusosAl cabo de 30 minutos de conversación didáctica supimos que por 40 euros estaría dispuesto a publicar nuestro anuncio en su periódico durante un mes entero! Por cierto, el anuncio nos lo mostró inmediatamente. Y es que ya lo había publicado una vez por su cuenta en uno de los números anteriores. A esto lo llamó “un paso hacia nuestra larga cooperación”. Vimos el conocido cuadrado con nuestro logotipo en el anuncio de la vacante de secretario que él había recortado de un periódico español y había pegado con una cinta adhesiva, igual que todos los demás anuncios “publicados”. Después, hizo una fotocopia de la genial maqueta sobre papel arrugado de embalaje. Tras haberse relacionado con gente así y haber soportado la mirada penetrante y clara de sus ojos honestos azules, a uno le surge el deseo de creer en la inmortalidad, los OVNIs y el hombre de las nieves. Porque si existen de tales personas no cabe la menor duda de la existencia en la naturaleza de todos estos fenómenos.

Su conducta descarada y desalentadora es capaz de turbar a un empresario con mucho mundo recorrido. Cualquier hombre con sentido de la realidad bajo su influencia pasa en pocos minutos a un estado de estrés moral y completa incomprensión de lo que está pasando. Muchos ciudadanos ordinarios enseguida deciden que es más fácil dar cinco euros a la persona que tienen delante en esta indecente situación que sufrir dos minutos más de esta farsa. Es el único objetivo que persigue un “maestro CM”. No obstante, recogida la propina, al salir de la oficina puede dirigirse precipitadamente a la máquina tragaperras de un bar vecino. Allí, con las manos temblando, meterá en la hendidura de nunca ganar las monedas que acabó de mendigar. ¡Qué drama!

Por otro lado, nadie sabe por qué no sirven para desempeñar un trabajo habitual “con sueldo” o no pueden hacer un papel que sea menos humillante. No tiene sentido hablar con ellos, tratar de apelar a su razón, hacer que se avergüencen de sus actos, poco naturales para un hombre mayor de edad, o proponerles ayuda para salir de este círculo vicioso. Como respuesta no verá recibirá más que una mirada enajenada y extraterrestre y oirá las explicaciones más verosímiles de la necesidad de sus acciones.

Pues así siguen vagando a lo largo de la costa del Mediterráneo inmigrantes aturdidos, agobiados, infelices y con espíritu de loco en busca de una felicidad que nadie puede comprender. Los psicólogos aseguran que esta desviación de la mentalidad está bastante difundida entre los forasteros de la antigua URSS, y que prolifera debido a las dificultades de la vida en la emigración y la constante presión financiera. Por otro lado, los mismos especialistas afirman que los “maestros CM” en lo profundo de sus almas están completamente satisfechos. A veces incluso, pasando la noche entre iguales, comparten ideas "recientes" para “ganarse” la vida, y se jactan de los trofeos que a su parecer son de más valor. Quisiera creer que por lo menos estos breves minutos les dan alguna alegría en su difícil existencia.

 

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