Este grupo de inmigrantes recibió su nombre debido a la tradición de designar así a los pueblos de las regiones del sur de la gran superpotencia de la URSS. A España estas gentes llegan en grandes familias e incluso en clanes familiares procedentes de Georgia, Armenia, Daguestán y otras ex-repúblicas de la Unión, hoy ya estados. La población adulta de estos países domina el ruso, y por esta razón todas estas personas hablan entre ellas utilizando la “gran y poderosa” lengua rusa. Este grupo de inmigrantes merece un gran respeto, dado que está bien coordinado, tiene sus necesidades económicas básicas cubiertas y es persistente en su adaptación en el extranjero.
A diferencia de poblaciones más septentrionales, entre los representantes de las repúblicas hermanas predomina el espíritu de familia y de comunidad nacional. Esta particularidad ha sido desde siempre un rasgo típico que al revelarse en una tierra extraña resulta más evidente. Habitualmente, con el dinero de uno o varios parientes acaudalados se adquiere un negocio mediante traspaso en el litoral o en una ciudad grande. Y en el siguiente paso se incorporan todos los demás miembros de la familia como mano de obra. Los representantes de las repúblicas hermanas viven también juntos. Sobretodo al principio, sin muchos reparos juntan sus economías familiares, prefiriendo las viviendas de gran superficie a pequeños pisos alejados unos de otros. Entre las principales dificultades con las que se encuentran está el aprendizaje del idioma. Debido a que conviven dentro de su propia comunidad, habitualmente hablan en su propia lengua, y simplemente no piensan en estudiar español. Por esta razón no se sorprenda si un conocido suyo de este grupo después de cinco años de residir en España aún no domina el idioma y en la tienda continúa llamando a las cosas con un inglés macarrónico. Es posible que así sea más cómodo o incluso agradable para él. Y es que en realidad se trata de conseguir un resultado: realizar una compra.
El caso es que las autoridades españolas se muestran cautelosas hacia “los representantes de las repúblicas hermanas”. En esto no hay ningún misterio. Los órganos locales de la administración ven estas comunidades cohesionadas de extranjeros como una amenaza directa a su infinito poder. Los forasteros habituales de otras regiones de Europa del Este, aislados y con poco poder adquisitivo, se someten fácilmente a la presión. Se puede asustar rápido a estos viajeros perdidos con un par de policías en bicicletas, o en caso necesario, deportarles o humillarles y engañarles de una u otra forma. Sin embargo, sería difícil asustar de forma imperceptible para la comunidad a una familia “pequeña” de los “representantes de las repúblicas hermanas” de, por ejemplo, 29 personas, sin contar los 11 niños.
Si para la policía española sería coser y cantar arrojar a un par de inmigrantes ilegales bielorrusos a la frontera polaca, con una comunidad integrada por decenas de personas se tendría que enfrentar a un verdadero escándalo político. Lloverán acusaciones de discriminación, en los periódicos en seguida aparecerán artículos sobre la violación de los derechos de los extranjeros, y al mismo tiempo obesas madres de voz chillona se personarán con todos sus niños en la sede de la administración local y se instalarán allí con tiendas de campaña. De aquí nacen todas las neurosis de las autoridades relacionadas con los “representantes de las repúblicas hermanas” en España. Los distintos intentos de acusarlos de afiliación mafiosa, negocios clandestinos y otros delitos no resultan de hecho más que pretextos vacíos y sucios. Son criminales sólo en la imaginación de los burócratas locales asustados, que observan con horror cómo los “representantes de las repúblicas hermanas” copan los puestos en las calles de los destinos turísticos, trabajando con más eficiencia que los relajados trabajadores locales. No obstante sólo el tiempo dirá quien saldrá vencedor en esta confrontación. Por ahora es posible decir, expresándose moderadamente, que las relaciones entre las autoridades españolas y los “representantes de las repúblicas hermanas” son tirantes.
Si un inmigrante medio de la ex-URSS conoce a los “representantes de las repúblicas hermanas”, es de suponer que habrá sido por su propia voluntad. Significará que él mismo fue a verlos con alguna propuesta o simplemente trató de que le contrataran para trabajar en su empresa. Ellos mismos nunca serán primeros en entablar contacto y suelen vivir de una forma bastante cerrada. En la comunicación con ellos es importante siempre guardar las distancias, mostrar firmeza, y lo que es más importante, no someterse nunca a la menor presión por su parte. Sea cual sea la cosa que haga con ellos, sea un paseo por la playa o un proyecto de inversión para muchos años, ellos siempre serán los que llevan la iniciativa. Si se permite una debilidad, aunque sea pequeña, no lo percibirán en como un gesto de generosidad como socio o de flexibilidad profesional. Por desgracia, lo interpretarán como una debilidad o falta de voluntad.
En los negocios no se debe esperar de ellos gestos generosos o el consentimiento tácito voluntario en las cuestiones cotidianas. La naturaleza dejó profundamente integrado en su psicotipo nacional un potente instinto de dominación. Aunque usted proponga ciento y una opciones de desarrollo exitoso, ellos propondrán la opción ciento dos, aunque sea absurda e inaceptable. El modo ideal de comunicación con ellos podría llamarse política de espera segura. Se puede hablar con ellos o, aún mejor, con uno de sus familiares de forma no oficial sobre las posibles soluciones en una u otra situación en el negocio o una u otra formas de cooperación. Después hay que esperar un tiempo. Con un 90 % de probabilidades al cabo de un par de días le llamarán y comenzarán a exponerle con orgullo "una idea genial" que coincidirá con las palabras que usted pronunció dos días antes, en este caso presentadas como un descubrimiento brillante por su parte. Honestamente, reconocemos que esto no constituye el defecto más terrible de los que conoce la raza humana.
Las relaciones de negocios entre los “representantes de las repúblicas hermanas” y otros inmigrantes se caracterizan por la superioridad mal disimulada de los primeros. Si decide venderles algo, la primera propuesta será que se lo regale, ya que el objeto no tiene ningún valor, o bien que se lo ceda a mitad de precio. Esto no significa que su proposición no les interese en absoluto. Al revés, seguramente la transacción tendrá lugar: no ceda ni un sólo céntimo y espere tranquilo, conservando la dignidad.
Lo más importante es que no choque nunca con “los representantes de las repúblicas hermanas” bajo ningún tipo de circunstancias, y además no provoque una pelea. Si la conversación toma un cariz desfavorable, despídase con cortesía y sequedad, y váyase. Será una forma ideal de mostrarles que su comportamiento ha sido incorrecto. Según el código del honor de estas personas es vitalmente importante quedar como vencedor, aunque esto cause daño tanto a su empresa y a la empresa de él. Para no encontrarse en una situación indeseable para ambas partes, ¡recuérdelo por lo menos usted! Si después de una serie de pruebas de su solidez resulta que usted logró resistir, cuando transcurra cierto tiempo hay muchas posibilidades de que tenga lugar una cooperación larga y ventajosa para ambas partes. En realidad, entre los “representantes de las repúblicas hermanas” hay muchos hombres de negocios afortunados, sagaces y competentes en sus inversiones. Simplemente es necesario encontrar un trato correcto, al igual que cuando se trata con una persona excepcional y de carácter fuerte.
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